viernes, 15 de enero de 2010

Miradas de hielo.



Te sientes feliz contigo misma.
Sientes como las palabras que ahora te susurra al oído llegan hasta tu alma con tal intensidad, que parecen bailar de júbilo en tu cuerpo.

Como en una nube, sonríes, cierras los ojos y mentalmente te introduces en su mirada de hielo, electrizante y misteriosa.

Esa mirada que te hace sentir llena, por el simple hecho de estar dirigida a ti.

"Te quiero" piensas. Como si leyera tus pensamientos, te susurra al oído palabras que hablan de amor, intensidad, eternidad...

Abres los ojos y notas su fría presencia al lado. Te abraza, te promete el cielo. Tú, como tonta, le crees.

Le vas a besar. Pero no está. Él ya no está.
Esa figura que te decía suavemente que eras la inspiración que le hacía volar, ya no está.

Se ha ido junto con sus promesas. Con sus ilusiones.
Esa figura, ese ideal ha muerto.

Te duele. Te duele tanto que deseas llorar de rabia hasta que tu mente te pida que pares, hasta que tu cuerpo se destroce de dolor.

Una tristeza muda, un corazón inhibido hablan por tus lágrimas.

Miras alrededor y el paisaje se te torna hermoso. Pero duele.

Porque no está él.
Ni sus ojos de hielo.

Ni sus palabras cálidas, ni sus abrazos.





Miras a la luna escondida detrás de las nubes, las estrellas parpadean poco, muy tenues en el manto de la noche.




"Porque esa noche, hasta las estrellas llorarán contigo...."






I.D.

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