¿Y qué hacer?
Siento que nada más puedo.
Es esa sensación de debilidad que se apodera de tus sentidos cuando notas su presencia. Es ese estúpido momento en el que vendes quién eres por un beso.
Ahora, aprendes a aceptar las consecuencias de tus actos. Aprendes a redimir tus pecados pasados, absorbiendo del dulce néctar de su piel, intentando dar los pasos correctos, sin fallos.
Un ser humano, por muy perfeccionista que sea, siempre comete fallos.
Me encantaría, pues, dejar de ser humano.
Poder ser alguien a quién puedas amar hasta que te duelan los labios, hasta que tu cuerpo te pida un respiro. Me encantaría ser entonces, esa criatura que te despierte por las mañanas, para ver los primeros rayos del alba en tu oceánica mirada, y beber de ella, acariciar las maravillas que tu mente me ofrece con esos ojos.
Entonces me encantaría ser el aire que respiras. Para estar cerca, tan cerca que sea el motivo de tus dulces risas y amargas lágrimas.
Oh, si pudiera... Si pudiera darte el cielo, te bajaría hasta el último astro para que te sientas como en casa, para que con tu luz ilumines las noches, nos olvidemos de la luna, tan plateada y pobre...
Tan sólo sé que me encantaría poder no ser quién soy. Poder ser perfecto para ti. Sólo para ti. Poder decirte lo que te quiero. Poder saber qué piensas, y tenerte a mi lado.
Siempre nos pasa igual. Vagamos por las ramas de los sueños, esperando encontrar frutos verdes en lugar de podridos, y cuando creemos encontrarlo es tan frágil, tan delicado, que te da miedo acariciarlo y romper ese magnífico momento.
Eso es lo que siento y veo. Algo delicado y frágil. Algo que hemos de sujetar bien, para evitar que se caiga.
Porque si me dejas, haré de tu mundo una realidad. Si me dejas, le hablaré al sol de tu mirada.
Atrévete a dejarme. Ven conmigo...
I.D.
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