Yo te miraba, mientras reías. No eran mis gracias, no eran mis palabras ni mis gestos.
Eran de Él. Era Él quien te hacía reír, quién atrapaba tu mirada al vuelo. Era Él quién sentía la tentación de acariciarte, quién podía hacerlo.
Hoy me he dado cuenta de que éste es un mundo muy cabrón (cómo si antes no me lo hubiesen demostrado...).
Y hoy no soy yo quién escribe estas líneas. Hoy no es Él quién te dice que te extraña.
Es mi corazón quién te grita. Es mi corazón quién te suplica que le mires, que le escuches, que le entiendas.
Pareces hecha de un material frío e indiferente. Parece que tu mundo, ajeno a las sensaciones, no está hecho para las miradas impertinentes de personas que buscan en ti la musa que en este momento eres para mi.
Sin embargo, sigo aquí. Contándole mis sentimientos a nadie. Contándote en secreto que te quise. Que te quiero aquí, conmigo, a mi lado. Y que lejos de una obsesión, eres una razón para seguir mirando con dulzura sin ir más lejos de la realidad.
Y a ver qué hago. Sólo espero que el tiempo pase, que todo se iguale. Intento pensar que si no te necesité tiempo atrás, era porque no eras necesaria.
Pero tiempo atrás no te conocía.
Y sin embargo, ahora sé perfectamente los rasgos de tu cara al sonreír, al hablar, al mirar.
Y me siento mejor.
Me siento mucho mejor recordando que, durante unos instantes preciosos, hemos tenido una mirada mútua. Un "hola y adiós" de nuestros corazones.
También pueden ser imaginaciones mías.
"Sólo quiero que me mires una vez a mi, como a Él lo miras cada segundo" dijo una vez un loco enamorado.
Al fin y al cabo, somos eso: locos enamorados de la vida, de la pasión.
"El éxito es para los que no lo dejan de buscar."
I.D.
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