domingo, 14 de febrero de 2010

Luna y serpiente




Me conocí a mi mismo, sentado en la mesa solitaria que está en el centro de ese antro. Ahí, justo ahí.

Cuando entré, me vi llorando la pérdida de las costumbres, y mi falta de atención a los suaves estímulos de la vida. Me vi ahogando mis recuerdos en una copa sucia de ron añejo y mis ropas, echa jirones, me transmitieron la más dura de las lástimas.

Lentamente me acerqué a mi, y me quedé cerca, escuchando los susurros inaudibles de una persona que ahora estaba pidiéndome en silencio una sonrisa.

Me senté a mi lado, y me hablé durante toda la noche. No levanté la mirada de la copa, pero sabía que me estaba escuchando.

Me conté cientos de historias, y me relaté cientos de cuentos. Mi mirada no se despegó del vaso hata que me levanté, me puse una mano sobre mi hombro y con un susurro le dije:

- Siempre nos quedará arrastrarnos bajo la luna, como serpientes, sabiendo que tenemos que conformarnos con verla desde el más sucio suelo...

Entonces si levanté la mirada. Me miré y me vi allí, hablándome sobre la vida a mi mismo.

Dejé la copa a un lado, y rompí a llorar. Sonreí, mientras me iba, cuando mi voz, rota por el silencio que había mantenido, me susurró desde la mesa central de aquel antro de allí:

- Siempre nos quedará arrastrarnos bajo la luna... como serpientes...


Y desde aquel día, no volví a saber de mi...




I.D.

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