Es perderse en tus memorias y recuerdos. Es sentirte uno con el entorno, poder cerciorarte de la minúscula presencia de criaturas fascinantes, hermosas. De elementos únicos, de detalles naturales.
Capaz de comprender la naturaleza humana, redefinir el siginificado de palabras como "amor", "amistad".
La soledad te permite acceder a zonas en tu mente que son inaccesibles en compañía.
Pero nunca estamos realmente solos. Siempre tenemos ese guía, ese eterno compañero. Ese ave que detrás de nosotros vuela, siguiéndonos siempre. Aunque no la veamos, aunque la confundamos entre otras miles de aves. Siempre está ahí.
Tenemos siempre esa presencia casi inconsciente que de veez en cuando nos susurra al oído que la vida es dura, que tenemos que seguir si queremos ganar.
Esa voz, que a veces es la de un padre, hermano, amigo y adversario que te ha enseñado. Un hombre de avanzada edad, que enérgicamente te sonríe para darte a conocer tu propio espíritu luchador. Esa frase que te susurra: "El corazón tiene que controlar la mente. Pero la mente ha de controlar el corazón". Un gesto, una posición, una mirada, una exhalación.
Esa soledad acompañada de susurros internos, de tus recuerdos.
No te sientes solo, porque nunca estamos solos.
Sin embargo, existe ese término. Existe la posibilidad de sentirse solo. Existen personas que se ven a sí mismas en el mundo solas, perdidas, sin nada ni nadie. Si se miran en el espejo, se derriten de dolor. Y si no se miran, se enaltecen de odio.
Me encantaría poder susurrarles despacio: "Ojalá existiera la soledad... Ojalá..."
Y desvanecerme... Como humo. Para estar "solo" sin estarlo. Para estar contigo sin verte, ni oirte, ni tocarte y también sin olerte.
Siempre contigo.
Siempre conmigo.
Siempre juntos, pero... solos.
"Volar a otro lugar, quedarme quieto... Allí la soledad es mi amuleto..."
I.D.
I.D.
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