Piensas, piensas y piensas. Sólo eso, piensas. Llegas al final de la calle, y estás de nuevo solo. Miras a la derecha, y no viene ningún coche, a la izquierda tampoco.
Cruzas. En el paso de peatón algo parece no ir bien. Pero vas encerrado en tus pensamientos, y el ruido ya no te saca de ellos. Piensas en ti. En tu actitud, en tus miedos. En cómo afrontarlos sin dañarte demasiado. Y de repente, el sol se torna frío. La luz blanca que notas te desnuda la mirada, y cierras los ojos tímido, te tapas y notas una cálida sensación de un líquido que cae sobre tu rostro, tus manos.
Y caes inconsciente.
Ahora, en tu inconsciencia, ves claro. te ves a ti, parándote de repente en mitad de la calle. Mirando con incredulidad a la gente que te rodea. Pero te ves, como si estuvieras por encima de ti, como volando. Sigues andando después de sonreír, por la misma calle que minutos antes recorrías. Llegas a ese paso de peatón que te hizo ver esa tremenda luz, esa frialdad y luego esa sensación de bienestar. Y te ves cruzando la calle con el semáforo en rojo. Una furgoneta vino tinto se estrelló contra ti, aunque el claxón sonó varias veces. Te ves boca arriba y encharcado de sangre. E inconsciente.
Y todo, te dices, por pensar. Sonríes. Sonríes desde las alturas. No te puedes ver las manos, ni los pies. No sabes cómo ves, no existes en ese momento. No eres más que un ente de energía que ve como su cuerpo material se ha destrozado por pensar en otra cosa que no en el Aquí y Ahora.
Y lo peor es que Aquí lo entiendes. Justo... Ahora.
"Aquí y ahora. Vive libre de ataduras..."
I.D.
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