Otros siguen corriendo aun cuando les tiemblan las piernas, siguen aunque se queden sin aire, siguen luchando cuando todo parece perdido, siguen como si cada vez fuera la ultima vez, convencidos de que la vida misma es un desafío.
Sufren, pero no se quejan porque saben que el dolor pasa, el sudor se seca, el cansancio termina.
Pero hay algo que nunca desaparecerá: la satisfacción de haberlo logrado.
En sus cuerpos hay la misma cantidad de músculos, en sus venas corre la misma sangre.
Lo que los hace diferentes es su espíritu la determinación de alcanzar la cima, una cima a la que no se llega superando a los demás sino superándose a uno mismo..."
Hace un tiempo me compré un libro. Ese libro estaba sumamente escondido en la librería, detrás de grandes tomos de filosofía clásica y de "Aristoteladas" que me impedían encontrar algo de mi agrado. Era un libro pequeño, de unas cincuenta y siete páginas. Más parecía un ensayo que un libro. Ese libro era breve. Era tan sumamente breve e intenso que tardé tres meses en leerlo. Ese libro estaba escrito en oriente, y hace más de doscientos años (aunque lo que tenía en mi mano era una edición del 1998 traducida al castellano).
"Un gran general, llamado Nobunaga, había tomado la decisión de atacar al enemigo, a pesar de que sus tropas fueran ampliamente inferiores en número. Él estaba seguro de que vencerían, pero sus hombres no lo creían mucho. En el camino, Nobunaga se detuvo delante de un santuario Shinto. Declaró a sus guerreros:
-Voy a recogerme y a pedir la ayuda de los kamis.
Después lanzaré una moneda. Si sale cara venceremos, si sale cruz perderemos. Estamos en las manos del destino.
Después de haberse recogido unos instantes, Nobunaga, salió del templo y arrojó la moneda. Salió cara. La moral de las tropas se inflamó de golpe. Los guerreros creyeron firmemente que saldrían victoriosos, combatieron con una intrepidez tan extraordinaria que ganaron la batalla rápidamente.
Después de la
-Nadie puede cambiar el destino. Esta victoria inesperada es una prueba.
-¿Quién sabe? - respondió el general, al mismo tiempo que le enseñaba una moneda... trucada, que tenía cara en ambos lados."
Ese libro quedó guardado en mi memoria durante mucho tiempo. Sus letras, sus frases. Toda esa sabiduría que se ve en los ojos grises, ajenos a tiempo y espacio, de alguien que ha vivido mucho (más de la cuenta) en situaciones de las que otros seres humanos tan sólo han oído hablar.
Y sin embargo hoy las recuerdo. Recuerdo como todo ocurría en ambientes dulces, serenos, capaces de esclarecer tu mente si lo querías.
No. Los fragmentos de hoy no pertenecen a ese libro.
Sólo su mensaje. No la forma de manifestarlo.
¿Por qué?
Ese libro pasó demasiado tiempo en esa librería. Demasiado tiempo callado, en silencio.
Creo que está claro, ¿no?
I.D.
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