A saber dónde estoy. Quiero decir, mentalmente. ¿En qué piensas cuando todo te parece poco interesante? ¿Cuando lo menos interesante es un problema, y lo más interesante es tu propia vida? No sé qué pensar, ni en quién. Y quizás hoy en concreto no esté en condiciones de negociar con el pensamiento, pero siempre tendemos a romper las ilusiones en el mejor momento.
Y duele.
I.D.
jueves, 24 de junio de 2010
jueves, 3 de junio de 2010
Secretos (Shhhh)
Es esa sensación de agobio. De creer tenerlo todo bajo control, de tener todo súbitamente calculado pero drásticamente planeado.
Es esa sensación de debilidad, de baja estima. Es cuando la noche te atemoriza, y el día te trae esperanza. Es cuando el agua es fría, tus lágrimas resbalan y tus manos tiemblan.
Es la sensación de placer oscuro, de querer lanzarlo todo por la borda y sonreír a un destino incierto, que cuidadosamente ojea despacio el relato de tu vida.
Sí, esa es la sensación. La sensación de haber hecho algo mal. Algo tremendamente mal.
O de que algo malo va a pasar. Algo muy malo.
Y lo sabes. Sabes que es él. Ella. Ambos. Sólo ellos.
Y tú no sabes qué piensan. Ni qué se dicen en silencio, en sus pensamientos exclusivos, únicos. Maravillosos.
De un viejo lobo, cogí la costumbre de contarle secretos a la luna llena. Ésta última, no lo pude hacer: No tenía secretos para la luna.
Ahora, le pido inútilmente que vuelva. Necesito contarle lo que hoy a vosotros os he comunicado.
Ella. Seguro que la luna me entenderá.
Y si no, siempre nos quedará su eterna... Eterna luz.
I.D.
Es esa sensación de debilidad, de baja estima. Es cuando la noche te atemoriza, y el día te trae esperanza. Es cuando el agua es fría, tus lágrimas resbalan y tus manos tiemblan.
Es la sensación de placer oscuro, de querer lanzarlo todo por la borda y sonreír a un destino incierto, que cuidadosamente ojea despacio el relato de tu vida.
Sí, esa es la sensación. La sensación de haber hecho algo mal. Algo tremendamente mal.
O de que algo malo va a pasar. Algo muy malo.
Y lo sabes. Sabes que es él. Ella. Ambos. Sólo ellos.
Y tú no sabes qué piensan. Ni qué se dicen en silencio, en sus pensamientos exclusivos, únicos. Maravillosos.
De un viejo lobo, cogí la costumbre de contarle secretos a la luna llena. Ésta última, no lo pude hacer: No tenía secretos para la luna.
Ahora, le pido inútilmente que vuelva. Necesito contarle lo que hoy a vosotros os he comunicado.
Ella. Seguro que la luna me entenderá.
Y si no, siempre nos quedará su eterna... Eterna luz.
I.D.
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