Danza, baila, siente la música.
Tu mano en su cintura, agarrados, firmemente. Tiempo forte, y tus pasos certeros.
Así es este duro camino. Esta recolección de momentos infames y variados, que recogen hechos inexistentes llamado Navidad. Es como un vals, donde no te puedes soltar, para no estropear el ritmo, el baile. No ser el que desentona.
Esa pareja que está bailando contigo es claramente lo que tú quieres que sea. Siempre tú, y nunca nadie más.
Baila, baila.
La música se vuelve lenta, y me suelto. Me suelto, desentono, y me encuentro solo en un salón de bailes.
No sé explicar la sensación, pero es parecida a esa. Un ridículo, una sensación de infeririodad y de añoranza, de añoro.
Y duele, duele. Ver sonrisas y preguntarte: "¿Pero por qué? ¿por qué?" y el baile continúa, sin que nadie pare, aunque ahora la música es más lenta, los pasos son certeros, y siguen agarrados firmes.
Y eso, es molesto.
A mi, la Navidad me duele.
I.D.